Todo número redondo de cumpleaños invita a una celebración especial, y Raúl Reyes lo hace con un nuevo estreno teatral en su sala Luis Franco (en El Círculo de la Prensa, Mendoza 240), donde hoy a las 21.30 subirá a escena “El campo del Tata, el Tito y la Clara…”, con las actuaciones de Martín Lombardelli, María José Manzur y Raúl Arizmendi.
“Siento mucho orgullo, con la certeza de que no renunciamos al intento de producir o gestar un proyecto artístico. Seguimos estudiando, aprendiendo y produciendo en la grupalidad, sin someternos a ninguna entidad que no sea hacer un teatro poético, humanista y noble que apueste a la belleza, a una estética de lo vivo y comprometida con el tiempo que nos toca vivir”, remarca el docente y director, en diálogo con LA GACETA.
En “El campo...” conviven un padre con sus dos hijos, en un páramo de soledad. El trío establece un cotidiano ritual que los devora en su monotonía y deseos incumplidos, aparentemente interrumpido por el festejo fallido del cumpleaños del Tata que desata o anuncia un posible desenlace fatal entre una danza criolla, el repiquetear de un bombo y la amenaza consumada de un duelo de cuchillos.
“Hacemos casi un guiño a lo trágico griego desde un universo teatral reconocible en un Tucumán campestre, sin ser costumbrista. En ese sentido, queríamos también contar un campo rítmico teatral, donde el tono dramático del tema sea atemperado por un tono contrastante y rítmico de lo teatral. Abordamos el devenir circular de ciertos vínculos humanos, familiares y su cosificación; así cómo el tiempo se detiene enfermo en la rutina de lazos inalterables”, describe.
El antecedente creativo se remonta a 2011, cuando en el taller que dirige se crea un grupo laboratorio con la premisa única de crear, muy ligado también al concepto de ensayo teatral. Así nació “La cebolla”, que ganó premios y repercusión nacional, y luego llegó la propuesta que hoy debuta, pero con un extracto en 2019.
“Por múltiples factores la fuimos posponiendo, hasta que nos volvimos a enamorar con el universo, de allí decidimos seguir trabajándola. La pandemia interrumpió todo y desde hace dos años volvimos al ensayo. Y luego de diversos procesos la terminamos. Es una creación propia, tal cual hacemos en el espacio. Desde los cuerpos, la impro, ensayo más ensayo , fuimos incorporando, lo espacial, lo pictórico (que termino siendo de suma importancia) , lo musical sonoro de la puesta, el baile, duelos de cuchillos etcétera… hasta tener ahora un texto definitivo sobre el cual trabajamos a pie puntilla, un proceso de creaturgia: de la nada a la totalidad que hoy presentamos. Haciéndonos cargo de la totalidad de los signos teatrales. Esa es nuestra marca”, destaca.
El resultado es una puesta que describe como “contenida y en desarrollo hacia un instante que preanuncia el estallido, acumulando resentimientos y humillaciones que solo podría salvarse por una fraternidad que nunca llega”. “Sin embargo, no rechazamos el humor o la carcajada como forma de sobrellevar ese destino dramático, cruel y a veces trágico de los personajes. El tema es que esos vínculos se naturalizan en una época sin red, hasta que revientan violentamente”, añade.
Referencias
Reyes reconoce que esta puesta se vincula tanto a ciertos momentos de “El patio” (su anterior obra) como de “La cebolla”, al pasar lo un tono atemperado a un estallido: “es una combinación constante de los géneros teatrales sin atarnos a ninguno en particular. Siempre le escapamos a la solemnidad sin caer en una liviandad vacía”.
“A veces no tenemos claridad de la estética que desarrollamos; el material se fue desplegando en el tiempo, en ensayos, en pruebas musicales de danzas y percusión de un repiquetear de un bombo legüero, luego apareció la danza y su práctica de aprendizaje, junto al entrenamiento y uso de cuchillos para un duelo ritual, todo eso en función de acompañar el tono humano e intenso de las actuaciones. Al final llegaron las luces y sus contrastes con una escenografía onírica y abstracta pero que remite claramente a un rancho campestre. Ahora viéndolo casi terminado, pensamos en una especie de realismo poético, una zona onírica a veces subrreal en un tiempo comprimido e intenso”, puntualiza.
Los trabajos de Reyes han abordado recurrentemente al poder y a la propiedad de distintas formas. “Seguramente este también lo hace, aunque nunca lo abordamos como tema o idea previa a la creación. Lo único que nos direcciona es el deseo y el poder de lo imaginario. Sí creo que el poder no está solo en lo institucional o superestructural, sino que en las relaciones humanas, en lo micro, se formula y reformula su uso a veces impune y explícito, a veces sutil e hipócrita, consciente o no, y que es el origen de muchas de nuestros malestares personales o sociales. En este caso hablamos de una familia sumergida en la monotonía gris de un tiempo que no ofrece alternativas, como el primer eslabón de un marco estatal o sistémico que se expresa y condensa en lo familiar”, admite.
El director es un referente indiscutible de la actividad teatral independiente local, siempre activo en cuanto a sus intereses y preocupaciones sobre la actividad cultural en general. Aclara que la obra no tiene “ninguna referencia directa a la actualidad que atravesamos, pero seguramente hablar de un núcleo fundante de comportamientos -como es el familiar- impacta en la construcción colectiva”. “Estamos atrapados en un momento que años atrás considerábamos distópico, sin proyectos emancipadores, con devenires comunitarios y políticos cada vez más disparatados y angustiantes, con referentes cada vez más monstruosos y crueles. Tal vez el teatro y el arte sean un noble contrapeso ante la carencia de un proyecto humanista y fraternal que nos conecte y empuje. Seguramente eso incide en un vivir incierto, en el que prima lo individual al extremo, la ley de la selva, una vida cada vez más violenta y deshumanizada”, finaliza.
Opciones: cuatro creaciones locales a escena
El teatro tucumano ofrece otras obras para esta noche:
- María Justa soporta con creciente dificultad de sus quejosos vecinos y a su propio encierro en un lugar minúsculo en “Monoambiente (Ensayo en voces que recuerdan)”, que estará a las 21 en Sala Ross (Laprida 135). Luciana Galván es la autora y directora de la obra, con actuaciones de Camila Caram y Alo Casañas Foguet.
- Una hora más tarde, en La Sodería (Juan Posse 1.141) habrá una función especial de “Una vida. Todas las vidas” (foto), en la cual se plantean los ciclos vitales que se repiten por miles de años y que se cruzan en un mar de posibilidades con ideologías, relaciones, creencias y la extrema fragilidad frente al universo. Ramón Luna, Leandro Ortega y Yesika Migliori son dirigidos por Roberto López.
- Penélope (Larisa Gavriloff) visita a su amiga Clementina (Carla Marengo), -que acaba de mudarse luego de enviudar-, en compañía de Margarita (Natalia Yapura), una médium y tarotista de confianza. Las tres mujeresbuscarán la manera de salir juntas del pozo emocional en el que se encuentran. Este es el argumento de “Estresadas”, que se verá a las 22 en el teatro municipal Rosita Ávila (Las Piedras 1.550) dirigida por Víctor Hugo Cortés (autor del texto) y Benjamín Tannuré.
- A esta misma hora, en Casa Luján (pasaje Saavedra 74), subirá a escena “Lo que queda”, obra de Yacquelin Zalazar Herrera que aborda la vida de una pareja en la asfixia de la cotidianidad y en el recuerdo de los tiempos felices y trágicos vividos, pero también por la esperanza de los buenos recuerdos. Actúan César Romero, Matías Chilo y Ana Silvia Quinteros. Luego se proyectará el cortometraje “Draguitas del terror”.